25 julio 2011

Erradicación de la malaria es un futuro incierto


La malaria es una enfermedad producida por parásitos del género Plasmodium. Es la primera en importancia de entre las enfermedades debilitantes, con más de 210 millones de casos cada año en todo el mundo.
La enfermedad puede ser causada por una o varias de las diferentes especies de Plasmodium: Plasmodium falciparum, plasmodium vivax, plasmodium malariae y Plasmodium ovale o plasmodium knowlesi, siendo las tres primeras reportadas en el continente americano.
Los vectores de esta enfermedad son diversas especies del género Anopheles. Como es sabido, tan sólo las hembras de mosquitos son las que se alimentan de sangre para poder madurar los huevos, y por tanto los machos no pican y no pueden transmitir enfermedades ya que únicamente se alimentan de néctares y jugos vegetales.
La única forma posible de contagio directo entre humanos es que una mujer embarazada lo transmita por vía trasplacentaria al feto. O bien, por la transmisión directa a través de la picadura de un mosquito. También es posible la transmisión por transfusiones sanguíneas de donantes que han padecido la enfermedad.
En regiones donde la malaria es altamente endémica, las personas son tan a menudo infectadas que desarrollan la "inmunidad adquirida", es decir que son portadores más o menos asintomáticos del parásito.
Cada año mueren 1,3 millones de personas por paludismo; de éstos, un 90% son niños menores de cinco años. Cada año se producen 396 millones de casos de paludismo. La mayor parte de la carga de morbilidad se registra en el África, al sur del Sahara.

Mecanismo de transmisión.
La hembra del Anopheles infectada es portadora de los esporozoítos del Plasmodium en sus glándulas salivares. Si pica a una persona, los esporozoitos entran en la persona a través de la saliva del mosquito y migran al hígado, donde se multiplican rápidamente dentro de las células hepáticas (los hepatocitos) mediante una división asexual múltiple, y se transforman en merozoítos que entran en el torrente sanguíneo. Allí infectan los eritrocitos y siguen multiplicándose, dando lugar a unas formas iniciales típicamente anulares (trofozoítos), formas en división asexual múltiple (merontes) y finalmente un número variable de merozoítos según la especie de Plasmodium, que provoca la ruptura del eritrocito. Algunos merozoítos se transforman en unas células circulares relativamente grandes que son gametocitos femeninos y masculinos y dejan de multiplicarse, aunque en P. falciparum son más grandes que el propio eritrocito y tienen forma de boomerang, lo que ocasiona su ruptura. Una hembra de Anopheles no infectada pica a un enfermo y adquiere los gametocitos, y así se inicia el ciclo sexual del Plasmodium. Con la unión de los gametos en su intestino, la formación de un huevo, que es móvil, y que dará origen a un Ooquiste que volverá a dividirse y dar esporozoitos listos para infectar nuevamente, al llegar a las glándulas salivales del mosquito.
En los humanos, las manifestaciones clínicas se deben a:
La ruptura de glóbulos rojos, que liberan merozoitos, que liberan sustancias que estimulan el hipotálamo, ocasionando repentinas crisis febriles, muy intensas, cada dos o tres días (al completarse el ciclo eritrocitico o asexual de Plasmodium), seguidas al cabo de unas horas de una brusca vuelta a una aparente normalidad. Este proceso va dejando al organismo exhausto, y en el caso de los niños pequeños hay una gran probabilidad de un desenlace fatal en ausencia de tratamiento.
El parásito evita el sistema inmunitario al permanecer intracelularmente en los hepatocitos y eritrocitos, aunque muchos eritrocitos parasitados se eliminan en el bazo. Para evitarlo, el parásito produce ciertas proteínas que se expresan en la superficie del eritrocito y causan su adherencia al endotelio vascular, especialmente en Plasmodium falciparum: este es el factor principal de las complicaciones hemorrágicas de la malaria. Dichas proteínas son además altamente variables, y por lo tanto el sistema inmunitario no puede reconocerlas de forma efectiva, ya que cuando elabora un número de anticuerpos suficiente (al cabo de dos semanas o más), estos serán inútiles porque el antígeno ha cambiado.

Tratamiento
La malaria, en especial la malaria por Plasmodium falciparum, es una emergencia médica que requiere hospitalización. La cloroquina es un antipalúdico que se utiliza con frecuencia, pero en caso de infecciones resistentes a la cloroquina, se suministra quinidina o quinina más doxiciclina, tetraciclina o clindamicina; o atovacuona más proguanil (Malarone); o mefloquina o artesunato; o la combinación de pirimetanina y sulfadoxina. La elección del medicamento depende en parte de dónde estaba usted cuando resultó infectado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anuncio un plan global para detener una nueva forma de malaria, muy resistente a los fármacos. El plan pretende prevenir la propagación mundial de un tipo de paludismo que apareció por primera vez en la frontera que separa Tailandia de Camboya en 2007 y que ahora podría extenderse en África. Esta nueva forma de malaria es muy resistente a la artemisinina, una sustancia que se extrae de la artemisina dulce, la planta que sirve de base para los tratamientos convencionales contra el tipo de malaria que más muertes provoca. Hoy en día no existen otros medicamentos contra la malaria que ofrezcan el mismo nivel de eficacia y tolerancia entre los enfermos.
El coste aproximado del nuevo plan es de 135 millones de euros al año. Esta cantidad incluye 50 millones para acelerar la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos antipalúdicos no basados en la artemisinina. El resto del dinero será utilizado para establecer un mejor seguimiento de la enfermedad y para adquirir los kits de diagnóstico necesarios para detectar con rapidez la aparición de la enfermedad.
La primera vacuna fue desarrollada por el doctor  Manuel Elkin Patarroyo, médico inmunólogo colombiano con una efectividad de entre un 40% y un 60% en adultos, y en niños un 77%.

Actualmente, existe una gran variedad de vacunas sobre la mesa. Vacunas pre-eritrocíticas (vacunas que se dirigen a los parásitos antes de que llegue a la sangre), en particular las vacunas basadas en CSP, forman el mayor grupo de investigación de la vacuna contra la malaria. En la lista de vacunas candidatas se incluyen: las que tratan de inducir inmunidad en la etapa de infección de la sangre, las que tratan de evitar las patologías más severas de la malaria evitando la adhesión del parásito a las vénulas de la sangre y a la placenta; y las vacunas que bloqueen la transmisión que detendrían el desarrollo del parásito en el mosquito justo después de que el mosquito ha tomado sangre de una persona infectada. Es de esperar que la secuenciación del genoma de P. falciparum proporcionará objetivos para nuevos medicamentos o vacunas.

El investigador español y director del Centro de Salud del Hospital Clinic de Barcelona, Pedro Alonso, había anunciado la primera generación de la vacuna contra la malaria se administrará a niños africanos los próximos años. Alonso ha indicado que el producto, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates y cuyo desarrollo clínico ha correspondido al Hospital Clinic-Universidad de Barcelona, "no será la vacuna definitiva" debido a la complejidad del parásito, que hará necesarias una segunda y tercera generación. "Habrá que esperar incluso 20 ó 30 años para que tengamos vacunas que protejan en más de un 90%", ha dicho Alonso, tras lo cual ha subrayado que esta primera generación reduce ya a la mitad las formas más severas de la enfermedad, por lo que "se abre el camino para el control de la malaria".